lunes, 21 de mayo de 2018

Brasil 2014: Te digo qué se siente

Capítulo primero: La promesa

6.00 de la mañana fue el horario en que despegó el avión de GOL rumbo a San Pablo aquél domingo 15 de Junio de 2014. Aunque en realidad este recorrido empezó bastante tiempo antes. Exactamente  cuatro años antes, cuando Alemania, de la mano de Miroslav Klose, le ganó 4 a 0 a Argentina y lo eliminó del Mundial Sudáfrica 2010. Fue en ese mismo momento cuando me juré a mi mismo no volver a ver nunca más un mundial desde mi casa. Ese frío sábado de Julio, secándome la transpiración que me habían generado los nervios, empecé a organizar mi viaje a Brasil 2014. El hecho de estar tan cerca geográficamente acrecentaba ese deseo. El destino, a su vez, era mucho más tentador y alcanzable.
El primer paso fue comprarme una entrada para ir a ver al Monumental un amistoso entre Argentina y el flamante campeón del mundo, España. Dicho partido, jugado pocos meses después de finalizado el mundial de Sudáfrica fue el puntapié ideal. El clima ya se sentía diferente al acostumbrado en los partidos de nuestro fútbol local. Los himnos, las banderas, los cantos. Ya se percibía algo distinto en el aire.
Todavía faltaba mucho, más de tres años. No había sedes, ni equipos, ni fechas. Pero mi convencimiento, más basado en el deseo que en la certeza, era total. Yo iba a estar en Brasil. No sabía cómo, pero iba a estar.
Ese largo tiempo transcurrido solo servía para incrementar la ansiedad. No había mucho para hacer, más que ilusionarse.  Una buena manera de ir saciando esa sed mundialista fue haciendo un viaje a Brasil, más específicamente a Salvador de Bahía dos años antes de la cita, en Junio de 2012. Teniendo ya la certeza de que aquella hermosa ciudad iba a ser sede de la copa, fue una interesante manera de empezar a entrar en clima. Estando allí pude leer medios locales donde el tema ya estaba instalado aunque desde un punto de vista más bien crítico. Se hablaba de obras inconclusas, aeropuertos colapsados y una demanda imposible de saciar por parte del país. Más allá de la tradicional alegría brasileña y su amor por el futbol, me llamó la atención el pesimismo que reinaba. No dejé igualmente que eso afectara mi entusiasmo. Se lo adjudiqué a  la lejanía todavía del acontecimiento.
Tuve la suerte de acercarme a ver la obra del estadio Fonte Nova (rebautizado Arena Fonte Nova), remodelado especialmente para el mundial. Esa impactante imagen de una obra semejante (aún con sus cuestionables financiaciones), me generó un cosquilleo como el de alguien que sabe que algo grande está por venir. Era una sensación difícil de describir. Pero la sentía mía, la sentía posible. El sueño empezaba a tomar forma.
El siguiente gran momento en este auténtico vía crucis (porque yo lo sentía de esa manera) fue en Junio de 2013 durante el desarrollo de la Copa Confederaciones. Ese torneo, organizado por la FIFA a manera de ensayo general para la gran cita, sirvió para ver una pequeña muestra de lo que se iba a venir. Era tal la ansiedad que me generaba este acontecimiento que decidí no ver la final entre Brasil y España, jugada ante un estadio Maracaná colmado. Quizás porque no quería ilusionarme en demasía, o porque pensaba que estar ahí un año después me iba a resultar imposible. Reconozco que fue mi único momento de duda en este proceso. Fue el único instante en que lo sentí lejos, pese a que cada vez se acercaba más.
Por suerte parte de mi ansiedad se vio rápidamente saciada cuando días después se dio a conocer el fixture oficial del torneo. Ya sabíamos las sedes, los estadios y lo más importante de todo, las distintas instancias de venta de entradas. Tenía ya en mi poder una fecha exacta en la que el sueño podía hacerse realidad o esfumarse. Esa fecha era el 20 de Agosto de 2013. Exactamente diez meses antes de comenzado el evento.