Podemos pensarla como la síntesis perfecta entre un pequeño pueblo y una gran ciudad. Con lo mejor y lo peor de cada uno.
A lo largo y a lo ancho uno se topa continuamente con la tranquilidad de sus playas, sus enormes parques y plazas, sus incontables centros culturales, y también porque no, con la opulencia de sus shoppings, sus grandes y fastuosos hoteles, y sus elegantes restaurantes.
Es sin dudas un lugar donde el equilibrio dice presente, donde las diferencias entre los que más y menos tienen son mínimas. Posiblemente la figura del río sea que la que mejor represente este concepto. De oeste a este, la ciudad se dispone en torno a él, y absolutamente todos pueden apreciarlo, se encuentren en el cerro o en los barrios más residenciales.
Culturalmente rica como pocas, Montevideo se ha convertido en un territorio fértil para el desarrollo de actividades artísticas de toda índole. Grandes escritores, cantantes y pintores han salido de allí, logrando trascender sus fronteras. Todos ellos sin embargo, con una extraña particularidad: Nunca han podido marcharse, y los que sí lo han hecho, siempre han vuelto.
Quizás esa sensación de paz que se respira, sea la que en definitiva termina enamorando a todo aquél que alguna vez la haya visitado.