lunes, 27 de diciembre de 2010

Amsterdam, ciudad de contrastes

Caminar por las calles de Amsterdam es como transitar una eterna despedida de soltero. Cada paso, cada calle, nos traspolan hacia un mundo de diversión o, para una mente más conservadora, hacia uno de perversión.
Es una ciudad diseñada y pensada para la recreación, donde sin duda la gente joven se siente más identficada. No es casualidad que casi no se vean niños ni gente grande que la recorra. Aún así, no se llega a percibir ni el más mínimo disturbio, y el comportamiento de los mismos que aprovechan lo anteriormente relatado, suele ser impecable.
La presencia policial es prácticamente invisible, y el grado de educación de sus habitantes, con una clara influencia germana, resulta admirable.
Hablamos de contrastes, y no deja de ser curioso como conviven de manera natural cabarets o sex shops, con museos y construcciones de primer nivel. Todos estos paisajes, decorados claro está, por los hermosos y vastos canales que la recorren en todos sus sentidos. Podemos pensar entonces que estamos en presencia de una ciudad de la que nadie puede salir disconforme, de una ciudad que inevitablemente va a dejar una huella en quien la visite.

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