lunes, 13 de mayo de 2013

Rio de Janeiro en primera persona


El gigante de cemento

El ahora remodelado y modernoso estadio Maracaná es la cita ineludible de cualquier turista y futbolero que visita la “cidade maravilhosa”.
Su rica historia lo convirtió en un monumento tan importante como el mismísimo Cristo Redentor o el Pan de Azúcar. Sus partidos, convertidos ya en leyendas, han quedado en las retinas de todos los que aman este hermoso deporte.  Legendarios nombres como los de Garrincha, Zico o Romario, por nombrar solo a algunos, han ayudado a darle una mística especial a este templo.
Por estas razones  es que en la previa al Carnaval de 1995, decidí que tenía que conocerlo. Después de un “estresante” paseo por las playas de Ipanema, emprendimos la travesía. El gigante de cemento nos esperaba aquél Lunes del mes de Febrero. 
La primera impresión que sentimos una vez allí en frente, es la de estar en presencia de la historia misma. Su majestuosidad, desde el punto de vista arquitectónico, era impactante. También nos llamaba la atención el hecho de ver un estadio que lucía pintado, algo tan poco común por entonces.
Una vez ingresados al predio que lo rodea, advertimos otro elemento que tampoco solía ser muy usual por aquellos años y que era la existencia de un Museo.
Ante este panorama, nos empezábamos a dar cuenta, que estábamos ante la presencia de algo distinto. Esto mismo lo pudimos comprobar cuando al intentar ingresar, nos topamos con un, hasta ahora inesperado cartel que indicaba, para recorrer el estadio por dentro, 20 reales”. No contábamos con eso, y al revisar los bolsillos nos dimos cuenta que no teníamos esa plata.
¿Ibamos a dejar de entrar estando tan cerca?.
La respuesta es casi obvia. Apelamos a  un artilugio tan antiguo como efectivo: Nos hicimos los desentendidos, nos alejamos un poco y comenzamos a dar vueltas alrededor.
En determinado momento, encontramos lo que buscábamos. Una pequeña puerta entreabierta. Era la oportunidad. Si en las situaciones límites, solo los débiles dudan, nosotros no estábamos dispuestos a jugar ese papel.  La conclusión es simple: Nos mandamos para adentro.

Tras sortear algunos pasillos y escaleras internas, llegamos hasta un túnel bastante más arreglado que los anteriores. Notamos igualmente que había mucha basura desparramada. En seguida recordamos que tan solo un día antes se había jugado el superclásico del futbol carioca: Flamengo - Fluminense, más conocido como FLA-FLU.
Luego de caminar unos metros más, llegamos finalmente hasta donde queríamos: La tribuna general. Puedo asegurar que la sensación de ver semejante estructura, vacía y con los restos de la batalla del día anterior, es similar a la que puede verse al contemplar el Coliseo romano.
El gigante yacía dormido, pero ahí estaba. Expectante.
Esperemos que dentro de un año, a medidados de Julio,  volvamos a estar ahí.
Me tomo la palabra.

 

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