lunes, 14 de marzo de 2011

Londres, ante todo con respeto

Si queremos formar en nuestra mente la idea de primer mundo, lo más probable es que nos imaginamos un lugar en el que todo funciona, donde la educación es prioridad, y donde el orden se manifiesta en cada esquina. La síntesis de esa imagen es Londres.
Como toda ciudad de origen anglosajona, sus características son bien marcadas, y resultan casi inexplicables para los que venimos de esta parte del mundo. El impacto que genera es muy grande, hecho que se ve no solo en el sentido del tránsito, sino en cada paso que se recorre.
Atravesada por el inmenso río Thames, la ciudad se encuentra literalmente partida en dos. Una parte donde se resalta lo moderno, lo avanzado y lo práctico, propio de una potencia; y otra en donde la historia, y porque no el presente, es encarnado por las figuras reales. Muy posiblemente sea aquí en este punto donde más extraños nos sintamos, o por lo menos, donde menos reflejados nos veamos.
Todo el país, sin ser Londres la excepción, se dispone en torno a su monarquía. Recorrer la ciudad, es recorrer la vida de sus líderes espirituales: Sus iglesias, sus residencias, y sus parques.
Claro está que no es ésto lo único que puede verse allí. Las calles londinenses presentan una extraña sensación de repetición, que ironicamente (o intencionadamente), le dan una identidad que marcan un estilo.
Cada barrio parece igual al anterior y al que le sigue, pero a su vez, cada uno de ellos tiene en su haber una riquísima historia que los hace únicos.
Cuna de grandes escritores, y escenario de cientos de películas, Londres es visita obligada de cada turista que visite el viejo continente. Nadie que haya ido, podrá sentirse defraudado.

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